Lejos de lo que pueda parecer, este artículo poco tiene que ver con las obras que grandes autores (con deliberada intención o no) dejaron inconclusas antes de fallecer.
Hoy me gustaría hablar de un tema íntimamente relacionado con este otro artículo que publiqué hace poco. En él se exponían ciertos vectores de la nueva realidad del escritor novel, del acceso a la edición tradicional, de la autopublicación...
Me gustaría ahondar un poco más en ciertos aspectos ahora que está próximo el lanzamiento de la que será mi ópera prima, la primera novela que publicaré con una editorial tradicional siguiendo el ciclo completo de la edición profesional.
(Por supuesto, la intención del artículo no es la de ser moralizante ni divulgadora; solo me gustaría exponer y compartir ciertas ideas).
¿Qué son, por tanto, estas novelas inconclusas?
Gran parte de la sociedad lectora/escritora se divide entre los partidarios de que no hay malas novelas, y los que opinan que existen auténticos zurullos de papel y tinta. Yo creo que existen obras que se publican cuando necesitan más trabajo.
Antes de "mear fuera del tiesto" y de "echar valones fuera", me gustaría servir como ejemplo en este proceso. Para bien y para mal, en mi casa las críticas primero debe de reconocerlas uno mismo antes de escupírselas a los demás.
Debido al auge de la autopublicación, muchos autores deciden dar el paso de compartir sus obras con el mundo. La forma en la que se nos presenta es variada: desde portales donde puede subirse el ebook para una descarga gratuita, hasta editoriales de pago o el propio Amazon. Cualquier persona puede participar en todo el proceso: diseño de la portada, redacción del texto, publicación...
Y listo. En una tarde tu libro está en el mercado, sin plazos ni intermediarios y con el beneficio máximo. Parece un anuncio de criptomonedas.
Los motivos que llevan a un autor a hacer esto son varios, entre los que destacaremos:
- Vanidad: Me gusta escribir, creo que mi historia merece la pena y quiero que la gente me reconozca como escritor/a Los plazos de las editoriales y los rechazos pueden postergarlo años. Vivo en la sociedad de la inmediatez, puedo tener cualquier cosa en minutos, y quiero ser escritor/a ya. Y puedo.
- Inexperiencia: La cual puede aplicarse al mercado editorial, un submundo complejo del cuál hablaremos más adelante. La mejor solución parece la autopublicación (y quizá, para muchos autores, lo sea). Escribir es un arte y me ahorro todos los plazos.
- Rendimiento económico: Soy un escritor/a reconocido que gano mucho más dinero mediante la autopublicación, ya sea por escribir una serie de novelas cortas, porque cuento con un equipo editorial propio y no quiero dar el paso a trabajar con distribuidoras y librerías...
- Copias personales: El autor quiere tener copias para uso propio, pero no las suficientes como para asumir un precio de imprenta (generalmente mejor que el de la impresión bajo demanda).
- Primeros pasos: El autor recurre a la autopublicación para meter la cabeza en el mundillo literario y poder ascender.
Al final de la jornada podríamos tener tantos motivos como personas. Este es un ejercicio genérico. Como sabréis, yo publiqué dos novelas a través de la plataforma de Amazon, ayudado por el equipo de Editorial 2IX. Estas son El Ministro del Silencio y Magdalena. La primera es una obra de no ficción sobre la pandemia, novela periodística, poco más que un ensayo. La segunda es una novela de ficción que publiqué en esta misma web por entregas. Ambas pasan por su segunda edición, y siguen teniendo errores.
Por lo tanto, son novelas inconclusas. En el primer caso me importa menos, el motivo de su publicación combina la vanidad (llevaba tiempo escribiendo ficción para mí, quería tener un libro en físico, que la gente supiera que escribo) con el hecho de tener copias personales y con la inexperiencia. Lo hice por mí. Como quien se da un vicio y se compra unos zapatos caros o una cazadora nueva. En muchos casos, a eso ha quedado reducida la literatura.
Con Magdalena ocurrió algo diferente. Una vez probada la fruta de la publicación, es difícil parar. Mi objetivo era llegar a los lectores y dar los primeros pasos antes de llegar a la edición tradicional, valiéndome para ello de grandes dosis de inexperiencia.
En todos esos casos en que el autor no cuenta con años de experiencia editorial, analizando las correctores de los diversos editores, y tampoco cuenta con una formación acorde (filología, por ejemplo), cometerá errores. Es normal. El estilo se desarrolla con la lectura y con la experiencia. La forma de revisar una obra, también. Antes de publicar la segunda edición de Magdalena, la revisé lo menos cinco veces; hay al menos tres erratas en las casi 100.000 palabras. Tres gazapos acusadores que siguiendo otro proceso de revisión podría haber evitado, o de una forma tan simple como teniendo un editor.
Este tipo de fallos son los que dotan de un estigma oscuro a la literatura autopublicada. Los lectores por norma general no son clementes, no perdonan que un autor "autónomo" que se encarga de escribir, corregir, editar, publicar y realizar ejercicios de marketing, cometa errores. No diferencian entre Planeta y tú, humilde escritor que coordina los devenires de la vida real con su faceta literaria. Les da igual que en la cubierta esté escrito el nombre de Arturo Pérez Reverte o el de Fulanita Mantequita Preblablá.
¿Y qué culpa tiene el escritor?
La diferencia entre la escritura y otras artes, como la pintura o la fotografía, es que las exhibiciones se realizan en público. Un pintor (o fotógrafo) puede practicar su pasión y enseñársela a los allegados de forma veloz; esto no supone ningún esfuerzo para el receptor de la información. Contempla la obra durante unos segundos (con suerte, minutos) y realiza su juicio. "Diluye más la pintura", "no cortes los pies de tu hermana en la foto", o lo que sea.
Con la literatura no. La inversión, en horas, es demencial. Una mala lectura se hace cuesta arriba a pesar de hacerla en diagonal. Hablamos de novelas, no de relatos. Y, si ese juicio no lo redacta un experto, tampoco es de pleno valor.
Sé que ahora me diréis que la vía fácil es enviárselo a todas las editoriales u obtener lectores beta. En el primer caso, la mayoría ni responderán: eres Fulanita Mantequita, les importas poco. De hacerlo quizá ni te expliquen dónde puedes mejorar. En el segundo caso puede ser incluso mejor: muchos lectores beta pertenecen a los círculos íntimo, sus críticas se sirven refinadas, sin alcohol. Es difícil romper la ilusión de alguien a quien se aprecia. Y nuestro objetivo, en este punto, es encontrar la vía para mejorar como escritores.
Por mi parte, y analizando el camino andado, el crecimiento es enorme. He de reconocer que juego con cierta ventaja ya que me estoy formando como editor, estudio cada día y dispongo de mucho tiempo para escribir. Mi novela inconclusa se merece un análisis completo, un reajuste de ciertas escenas, un mejunje de adjetivos y un pulido de dichas erratas. Para este punto os recomiendo la "triple lectura": en papel, por audiolibro y en ebook.
Un servidor comete muchos errores al corregir en papel: fallos estúpidos como "trabatar" donde debería poner "trabajar", alternar una frase del estilo "Fulanito llegó al colegio por la mañana" a "Por la mañana, Fulanito llegó al colegio cargado de energía" donde el resultado es "Por la mañana, Fulanito llegó al colegio cargado de energía por la mañana".
La corrección en audiolibro nos permite reconocer estos errores al instante, porque nos rechinan. Y la pantalla del ebook (existen muchos convertores de pdf a mobi o al sistema que prefiráis) también nos permite una lectura clara, y el subrayado de las partes que queramos modificar.
¿Así se completa una novela?
Desde luego que no. El principal problema es que ningún profesional ajeno a nosotros ha explorado la novela bajo un criterio imparcial, alguien cuyos ingresos dependan de la calidad de nuestro trabajo y cuyas críticas sean constructivas.
Por norma general, los escritores no queremos que se nos amontonen las novelas. Es por ese motivo que muchas veces queremos publicar una obra antes de tiempo, antes de que esté terminada. En mi reciente colaboración con el editor he aprendido más que durante años trabajando por mi cuenta. La novela que os presentaré en dos meses está pulida, completa. ¿En qué os beneficia a vosotros, lectores, que estáis leyendo este post errático?
En lo aprendido, en la voz de la experiencia. No seré yo quien hable a favor o en contra de la autopublicación o de la coedición, ya que solo se trata de modelos económicos. Hablaré a favor de los profesionales y de los tiempos. Con independencia del modelo elegido, el autor debe seguir todos los pasos para completar su obra. Existen auténticos editores independientes que a cambio de contratar sus servicios te proporcionarán una versión pulida de la obra para su publicación, al igual que muchos otros que os darán un servicio pésimos para sacaros los cuartos. Elegir uno u otro dependerá de vuestro criterio. Y sobre los tiempos, más de lo mismo. Es mejor tardar dos años y publicar un producto completo, aunque sea a través de Amazon, que la mitad de tiempo y que se trate de una novela inconclusa.
Todos los autores soñamos con ver nuestra obra en todos los escaparates de las librerías y vivir de nuestros textos, pero ese Olimpo está reservado a los que menos. El modelo actual nos obliga a publicar antes de lo que deberíamos y en unas condiciones muchas veces subóptimas.
Hay autores autopublicados cuyas obras rivalizan en calidad con las de los grandes Best sellers de los principales grupos editoriales, pero en esos casos son "editoriales de un solo autor", contratan a profesionales que realizan las tareas externas y no se saltan ningún plazo, formándose muchas veces para realizar por su cuenta ciertas etapas como el diseño de las portadas, maquetación...
Tras esta disertación, que como ya he apuntado se ha convertido en un escrito largo y errático, solo me queda reiterarme: el problema no es que existan malas novelas, pues lectores hay de todos gustos. Lo que ocurre es que existen novelas inconclusas que necesitan un lavado de cara. Como dijo el escritor Hernán Rivera, "una novela no se termina nunca, una novela se abandona".
La lectura beneficia mucho a todos quienes lo practican, desde los más adultos hasta los más pequeños. Si eres un aficionado, sabrás lo positivo que es sentarse delante de un libro y devorarlo. Si tienes un hijo pequeño, tu misión es conseguir que le guste tanto como a ti.
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