Estrella de mar - #cuentosdeNavidad
Estrella
de mar
¡Menuda noche! Y mira que
últimamente odio la Navidad, ya sabéis, desde lo de mi abuela y todo eso. Total
que yo de pequeño era de los que pensaban ver el trineo de Papá Noel en las
estelas de los aviones, de los que dejaban la leche a los camellos y se
despertaba temprano para atraparles. Hasta que un día crecí.
Que si hacerse mayor es malo,
que se hagan mayores los que te rodean es aún peor. Tus padres, que en
apariencia son invencibles, comienzan a envejecer y a volverse frágiles; y de
los abuelos, mejor ni hablemos. El año pasado fue el primero que ella faltó a
la mesa. Su ausencia fue tan dolorosa que anoche, tras cenar, decidí ir a
pasear en solitario a esa playa de Santander donde me llevaba cuando era
pequeño. No, no voy a decir cuál, que ya sabemos cómo somos los humanos y luego
pasan cosas. Será mejor así.
Lo último que me esperaba era
escuchar villancicos allí, a esas horas. Hacía un frío de la leche y la gente
estaba de parranda o con sus familias a resguardo a la orilla de la chimenea.
¿Pero en una playa? Solo alguien tan bobo como yo sería capaz, y ya lo de
cantar era otro nivel. ¡Menuda voz!
En eso de que yo paseaba con
mi cazadora de algodón y un jersey de lana debajo y comienzo a escuchar el retintín
de la melodía, un cántico que al ritmo de las campanillas hipnotizó mis pasos
hasta el preciso lugar en que la espuma del mar se confundía con la fina capa
de nieve que cubría la arena. Mis huellas formaron una estela de la cual no fui
consciente hasta que un chapoteo me devolvió a la realidad. Ni peces en el río
ni borriquito camino Belén, ¡lo que había allí era una chica! ¡Bañándose a la
una de la madrugada! Y luego el loco era yo, que estaba plantado como un idiota
mirando sus enormes ojos azules y su pelo de coral.
"Buenas noches", me
dijo así de forma muy cortés. "Nochebuena fue la semana pasada",
respondí casi por inercia perdiendo la poca gracia que tenía. Vaya, que a ella
si pareció robarle una sonrisa. "¿Qué haces aquí a estas horas?",
pregunté casi de seguido. "Cantar", añadió zanjando de golpe mi
curiosidad. "¿Y no podrías cantar fuera del agua? Que hace un frío que
pela". Envalentonado, rocé la superficie del mar y casi pierdo el dedo. Si
fuera hacía frío, esa muchacha iba a tener una pulmonía la mañana siguiente.
Con la gracia que le
caracterizaba, se encogió de hombros y comenzó a hacer burbujitas. Casi me
caigo de espaldas cuando la luna reflejó las escamas de su cola. Me había
tenido que sentar mal la cena o me había quedado dormido, no había otra
explicación. Ya de perdidos al río, o al mar, o a donde sea; que me da por
preguntarle que qué hacía una sirena pasando la Nochevieja en una playa de
Santander.
"Solía venir a nadar aquí
con mi padre todos los inviernos cuando las corrientes nos acercaban al
Cantábrico, pero él enfermó. La contaminación y los vertidos le hicieron
ponerse malito, así que he venido a cantar yo sola para recordarle". Ya no
pude más, y una gélida lágrima descendió por mi mejilla. Para aumentar
el drama, tuve que contarle que de pequeño mi abuelita me llevaba a esa misma
playa y que hoy había venido a ver si de alguna manera volvía a encontrarme con
ella, provocando que fuese la chica la que dejase correr un poquito de agua
salada hacia el mar.
Las horas pasaron tan deprisa que cuando me quise dar cuenta casi era de día. Cantamos, reímos, e incluso perdí un poco el frío. Ella me habló de su reino, de caracolas y de tridentes; y yo de mi tierra, de sobaos y de la gente. Quería conocer el olor de una rosa y yo el verdadero origen del océano. Luego me dijo que, como todas las cosas buenas, tenía que irse; así que le hablé de los Reyes Magos y de una estrella de oriente, de tradiciones y regalos; y vaya, que pareció gustarle. Se sumergió unos minutos que parecieron eternos y volvió con una estrella de mar. "Vamos a hacer una cosa. La noche del cinco de enero ven a la playa y sigue a esta estrella de mar. Ella te llevará de nuevo hasta mí. Así, yo podré enseñarte mi mundo y tú a mí el tuyo".
¡Caramba, unos cantos de sirena que no llevan a la perdición! Buen cuento navideño, suerte.
ResponderEliminar¡Buenas tardes compañero! Para variar, eso parece. Y mira que el final trágico siempre es tentador, pero haremos una excepción por Navidad. ¡Muchas gracias!
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