Magdalena - Créditos del Capítulo VI
Buenos días y bienvenidos una semana más al primero de los dos post de esta semana.
Hoy vamos a por esa asignatura pendiente que supone escribir los créditos del sexto capítulo de Magdalena. ¡Y menudo capítulo!
Creo que ha sido el más tenso hasta la fecha, pero antes de nada, el índice. Para facilitárselo a todos los lectores, he incluido el nombre de cada capítulo junto a la numeración del mismo.
LISTADO DE CAPITULOS
Prólogo y Capítulo I - Reencuentro
Capítulo IV - La prisión del tiempo
CRÉDITOS DEL CAPÍTULO
Créditos del Prólogo y Capítulo I
CRÉDITOS DEL CAPÍTULO VI
Ha sido intrigante, ¿verdad?
La primera cuestión que se nos plantea es... ¿Quién es realmente Magdalena? ¿Por qué experimentan con ella? Tras comenzar la lectura, sabemos que algo no va bien, y cuando el científico se inyecta a sí mismo, nos tememos lo peor, algo que estaba en el aire desde el prólogo.
El capítulo tiene varias escenas y detalles importantes, tanto la muerte de Clark al poco de aparecer, un personaje que aparentemente iba a tener más desarrollo, la mención de a la superiora de Doble-W, y su final.
En capítulos anteriores hemos visto cómo el Gobierno Central incluso sacrifica a sus propios ciudadanos con tal de mantener la verdad oculta, algo que ahora tiene difícil hacer salvo que cometa un gran genocidio. La Bruma aparece en zonas ricas y el Monstruo que perseguía a Magdalena en sus sueños asesina a una gran cantidad de gente hasta que el ejército es capaz de derrotarlo.
En este capítulo, encontramos el desenlace a los primeros interrogantes que se nos plantean, pero abre muchos más. ¿Por qué la ocurre eso a Magdalena? ¿Dónde ha ido? ¿Y Taylor?
Tanto esas cómo muchas más preguntas obtendrán su debida respuesta tiempo al tiempo. La única forma de llegar a conocer la verdad, es seguir la lectura...
"SNEAK PEEK DEL CAPÍTULO VII"
- Búa tíos, ¿lo estáis
viendo? ¡Mirad como trepan! ¡Y el puto madero ese está en llamas!
El pasillo estaba
oscuro, con una única luz intermitente filtrándose a través de una puerta
entreabierta. Un señor, mayor, la empujó levemente y pudo ver al otro lado al
culpable de aquel destello, que para variar, era el ordenador de su hijo.
- Baja un poco el volumen,
Benjamín, que mamá está durmiendo y mañana madruga para ir a trabajar.
- Sí papá.
- Yo me vuelvo a la
cama, que es la una de la mañana. No te quedes mucho.
Marcos cerró la puerta
del cuarto de su hijo para evitar que la luz y las voces interrumpieran su
sueño, y volvió a acostarse junto a su mujer. Llevaban una vida juntos y aun
así, cuando la miraba dormida, no reconocía a la persona que tenía al lado.
Suspiró y se sentó en
el colchón para poder descalzarse mejor. Dejó sus gafas sobre la mesita junto a
los cuadros de su juventud e imploró en silencio volver a ellos. “Eran otros
tiempos”, supuso. “Pero eran tiempos más tranquilos, sin Bruma ni tanta
violencia. Antes la gente se preocupaba más por ser feliz y por los suyos y
menos por intentar aprovecharse de los demás. Estamos rodeados de mezquinos”.
Con añoranza, recordó
el momento en el que él y su mujer se conocieron, casi por casualidad. Ocurrió
antes de que ella heredara la carnicería, mientras hacía prácticas de auxiliar
de enfermería; él, de salud siempre frágil, lo pasó mal por una infección en su
pierna derecha, y durante su estancia en el hospital poco a poco surgió el
amor.
“Los señores Lorenz.
Menuda boda.” Aquellos fueron años muy felices para él, y poco después llegó el
pequeño Benjamín a sus vidas, siempre regordete y curioso, con ganas de enredar
y de aprender. Ahora miraba a su hijo y tampoco lo reconocía, pero supuso que
en eso consistía también ser padre, en aceptar y respetar los caminos de sus
vástagos.
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