Magdalena - Capítulo VII - Al llegar el alba
Una semana más, vamos a leer un nuevo capítulo de Magdalena. Son pocas las ocasiones que en que pongo una "quote" para comenzar un capítulo, pero el de hoy es el último capítulo de la primera parte de Magdalena.
¿Qué quieres decir, Héctor? ¿Qué no va a haber más novela web? ¿Ya está? Nada más lejos de la realidad.
En mi opinión, cuando escribimos una novela la dividimos en varios espacios argumentales, y el capítulo de hoy finaliza el primero. Vamos, lo que suele llamarse introducción, unas 109 páginas aproximadamente (a falta de encuadernar en una versión final).
¿Qué nos deparará el siguiente capítulo y por qué va a cambiar el tiempo narrativo? Antes de responder a esa pregunta, ¡vamos a por el capítulo de esta semana!
LISTADO DE CAPITULOS
Prólogo y Capítulo I - Reencuentro
Capítulo IV - La prisión del tiempo
CRÉDITOS DEL CAPÍTULO
Créditos del Prólogo y Capítulo I
Capítulo VII – Al llegar el alba
- Búa tíos, ¿lo estáis
viendo? ¡Mirad como trepan! ¡Y el puto madero ese está en llamas!
El pasillo estaba
oscuro, con una única luz intermitente filtrándose a través de una puerta
entreabierta. Un señor mayor la empujó levemente y pudo ver al otro lado al
culpable de aquel destello, que, para variar, era el ordenador de su hijo.
- Baja un poco el volumen,
Benjamín, que mamá está durmiendo y mañana madruga para ir a trabajar.
- Sí papá.
- Yo me vuelvo a la
cama, que ya es la una de la mañana. No te quedes mucho.
Marcos cerró la puerta
del cuarto de su hijo para evitar que la luz y las voces interrumpieran su
sueño, y volvió a acostarse junto a su mujer. Llevaban una vida juntos y, aun
así, cuando la miraba dormida no reconocía a la persona que tenía al lado.
Suspiró y se sentó en
el colchón para poder descalzarse mejor. Dejó sus gafas sobre la mesita junto a
los cuadros de su juventud e imploró en silencio volver a ella. “Eran otros
tiempos”, supuso. “Pero eran tiempos más tranquilos, sin Bruma ni tanta
violencia. Antes la gente se preocupaba más por ser feliz y por los suyos y
menos por intentar aprovecharse de los demás. Estamos rodeados de mezquinos”.
Con añoranza, recordó
el momento en el que él y su mujer se conocieron, casi por casualidad. Ocurrió
antes de que ella heredara la carnicería, mientras hacía prácticas de auxiliar
de enfermería; él, de salud siempre frágil, lo pasó mal por una infección en su
pierna derecha, y durante su estancia en el hospital poco a poco surgió el
amor.
“Los señores Lorenz.
Menuda boda.” Aquellos fueron años muy felices para él, y poco después llegó el
pequeño Benjamín a sus vidas, siempre regordete y curioso, con ganas de enredar
y de aprender. Ahora miraba a su hijo y tampoco lo reconocía, pero supuso que
en eso consistía también ser padre, en aceptar y respetar los caminos de sus
vástagos.
- Tú, pero que gore, de
verdad. Estos sacan los tanques seguro, ¡pero fijo, eh! – gritó una voz al otro
lado de los altavoces.
Benjamín estaba
conectado con varios de sus amigos. A través de portales no autorizados por el
gobierno accedían a las cámaras del Foro.
- ¡Es que son
muchísimos! ¡Deberíamos de habernos apuntado a esta manifa! – dijo otro.
- ¿Estás loco? Estos
van con los radicales del Culto, colega. Yo no me arrimo ni con cola – le increpó
Benjamín.
- ¿Pero has visto la
que están liando? Esto es una puta guerra, que se están cargando a los soldados
y a los maderos, y mira los boquetes en los putos edificios, ¡les va a costar
una millonada a esos cabrones del Gobierno Central poder arreglarlo!
- Les sobra el dinero,
¿a dónde te crees que van a parar nuestros impuestos? Van a cargarse a todos
esos putos manifestantes y en un par de semanas todo estará como si no hubiera
pasado nada – comentó una voz femenina.
- ¡Pero que están
entrando dentro también! ¿No pensáis en los archivos o qué? Eso sí que es una
liada gorda.
- Maykel, a ver, que
parte no entiendes. Lo que de verdad les importe no lo van a tener ahí, lo
tendrán en sus putas bases secretas o en ese circulito pequeño al que ni los de
la Piquera pueden acceder. ¿Voy a tener que explicártelo todo? – respondió
nuevamente la voz femenina.
- Joder, Ángela, no
seas tan dura conmigo.
Los cuatro que estaban
conectados se rieron. Ángela era la única chica del grupo, pero tenía el
carácter de una leona y daba la impresión de actuar como la líder.
- Oye, Benjamín, ¿tú no
tenías un colega militar? Ese con el que estabas el otro día tomando algo.
El chico tragó saliva
antes de contestar. Llevaba mucho tiempo preocupado, pues pese saber que Taylor
y Clark iban a acceder al CID a través del alcantarillado, los disturbios
estaban en su zona.
- Sí, Joshua, sí. Un
buen amigo mío es militar, y justo estaba disfrutando de su primer permiso.
- Pues mira tú que
suerte, venir y encontrarse con este panorama. Primero los terroristas y ahora
los manifestantes.
- ¡Eso le pasa por
venderse al Gobierno Central! – gritó Ángela.
- Taylor es buena
persona, os lo aseguro. No creo que esté muy de acuerdo con todo esto.
- ¿Importa que esté de
acuerdo o no? Ese tipo seguramente esté ahí metiendo tiros a todos esos
inocentes – respondió la chica.
- ¿Inocentes? ¡Son
ellos los que han empezado a matar gente! Nosotros no hacemos las cosas así, al
menos de momento – dijo Benjamín.
- Y así nos va, nos
toman por el pito de un sereno. Con estos malditos dictadores únicamente se
puede hablar el lenguaje de la sangre.
- Cierra el pico,
Maykel – le cortó Joshua. – Tú la única sangre que has visto es la de las
compresas de tu madre, así que no digas gilipolleces.
- Mira que eres
retrasado. De todos modos, está claro que la cosa tiene que cambiar, y después
de lo de hoy, seguramente lo haga.
- ¿Eso creéis? Mañana
la policía y los militares van a venir a darse un paseo por la Colmena en busca
de todos los manifestantes que no maten esta noche, ¡y a ver qué pasa con las
iglesias del Culto!
- Tiene razón Ángela,
lo mejor que hemos podido hacer ha sido no meternos en esto.
- Pero, Benjamín, si mañana
viene tu colega a por alguno de nosotros, ¿qué harías?
- No lo va a hacer,
Joshua.
- ¿Cómo puedes estar
seguro?
- Porque lo sé de buena
mano.
- Bueno, espero que sea
así. Yo me despido ya, que mañana me toca ir pronto a la obra.
Joshua se dedicaba a la
construcción como su padre. Siempre había querido estudiar diseño de interiores
para poder dedicarse a ello en la Piquera, y con suerte, poder mejorar su
condición social, pero su padre le había quitado aquella idea de la cabeza
cuando tenía dieciséis años y necesitaban más dinero en casa.
- ¿Vosotros os quedáis?
– preguntó Maykel.
- Claro, la cosa parece
que se pone interesante – respondió el chico rubio.
El reloj marcaba las
tres de la mañana cuando comenzaron a entrar los tanques del ejército en
escena. De un único disparo de su cañón principal, un Lion-743 destruyó la
furgoneta del Culto, segando la vida de aquellos que estaban en su interior. La
infantería de apoyo y el resto de blindados dispersaron a los pocos
manifestantes que quedaban, para dar paso a formar pequeñas patrullas cuyo
objetivo era buscar supervivientes entre los escombros.
La plaza central del
Foro había quedado reducida a la nada y varios de los edificios habían sido
dañados. Varios hombres y camiones de bomberos que llegaron después comenzaron
a entrar en los edificios residenciales, y algunos cuerpos de élite se
internaron en los edificios gubernamentales para terminar de restablecer el
orden.
A las cinco de la
mañana, sonó el timbre. Benjamín se temió lo peor, así que sin previo aviso
tiró los cascos contra su escritorio y se apresuró. Antes de alcanzar el
telefonillo, volvió a sonar.
- ¿Quién cojones será a
estas horas? – se escuchó decir a Marcos desde la cama.
Sin dar respuesta a su
padre, Benjamín descolgó.
- ¿Sí? Hola, soy Alyn
Gingercloth, la madre de Taylor. ¿Puedes abrirme, por favor?
- Claro, señora.
La mujer subió deprisa
por los escalones y llegó desfallecida. Probablemente había ido desde su casa
corriendo. Los padres del muchacho se levantaron de la cama, y aún con el
albornoz puesto, fueron incapaces de salir de su asombro al ver a aquella mujer
en su casa tan tarde. Maykel y Ángela seguían hablando entre ellos, pero lo
único que se escuchaba era ruido.
- ¡Benjamín! Perdóname,
es tan tarde… - dijo entre lágrimas. – Buenas noches, señores Lorenz, lo siento
mucho, de verdad.
- Tranquila, tranquila.
¿Qué ha pasado? – dijo la otra mujer.
- Espera, ven, toma
asiento – interrumpió Marcos.
Los tres adultos fueron
al salón, pero Benjamín se quedó un momento apoyado en la puerta.
- Dadme un momento que
apago el ordenador y vengo.
Los tres adultos se
sentaron, Alyn en un sillón y los Lorenz en su viejo sofá. La señora de la casa
volvió a levantarse y se apresuró a preparar una infusión.
- Cuéntame, ¿qué te ha
pasado?
- Es Taylor. No ha
vuelto a casa todavía.
- ¿Taylor? ¿Sabes a
dónde iba? Estuvo esta tarde aquí, vino con el hijo de los Mierce.
- Con Clark, sí.
Estuvieron los dos hoy en mi casa y fue muy extraño. Ya sabes que nuestros
hijos nunca se han llevado bien con él, pero tras recibir una llamada
telefónica, se fueron juntos y no quiso decirme a dónde ni a qué, aunque
intenté escucharle, pero no pude. Estoy muy preocupada, Marcos…
La señora Lorenz volvió
con una manzanilla caliente que Gingercloth tomó entre sus manos. Ella miró a
su marido con cara de preocupación y vio que él también estaba consternado.
- Yo no puedo decirte
dónde está tu hijo, pero Benjamín tal vez pueda. Cuando vinieron estuvieron
hablando con él y luego se fueron, y mientras cenábamos, me dio la impresión de
que mi hijo estaba preocupado. Con todo eso del atentado… - dijo Marcos.
- Taylor estuvo allí.
Vino de permiso, pero le llamaron a formar filas. El problema fue cuando volvió
a casa, noté que algo no iba bien. ¿Sabéis cuando una madre tiene una mala sensación
con respecto a un hijo, aunque aparentemente no pase nada, y finalmente
acierta?
- Bueno, veamos que
tiene que decir nuestro hijo – sentenció Amanda Lorenz.
Los tres adultos se
dirigieron hacia la habitación del chico, que, en vez de apagar la computadora,
seguía conectado con sus amigos, hipnotizado frente al resplandor de la
pantalla.
- Creo que tenéis que
ver esto – dijo en cuanto los tres cruzaron el umbral de su habitación.
No sin cierto cuidado,
sus padres y Alyn lo rodearon, esquivando la mierda que había por el suelo, y
comenzaron a mirar hacia el ordenador.
- ¿Qué cojones es eso?
– preguntó su padre.
Marcos no tenía por
costumbre ser un hombre mal hablado, pero la falta de sueño y la preocupación
hicieron que fuera incapaz de reaccionar de otra manera a lo que tenía delante.
- Es… es Taylor… –
acertó a decir la señora Gingercloth.
Benjamín estaba
reproduciendo una grabación hecha desde un móvil en la Piquera. En ella, se
veía a un chico que parecía su amigo disparar a una criatura dentro de la
Bruma. Tenía las ropas destrozadas y estaba muy sucio, con algún resto de
sangre seca. El vídeo apenas duraba un par de minutos.
- Es él – confirmó
Benjamín.
- Pero… esa Bruma… ¿de
cuándo es ese vídeo? – preguntó Amanda.
- De hace media hora.
- ¿Y no puedes
enseñarme más? ¿No sabes si mi hijo está vivo?
- ¿Estás con la madre
de ese tipo? – preguntó Ángela. – Benjamín, por favor, ¡dile que su hijo es mi
héroe!
Alyn no escuchó a la
chica, pero el muchacho sí que lo hizo.
- Ángela, Maykel, tengo
que irme. Mañana hablamos.
Se despidió y antes de
obtener respuesta cortó la comunicación. Tras apoyar los cascos en el
escritorio, se giró y vio a la madre de Taylor sentada en su cama y llorando,
tapándose la cara con las manos. Su madre se había sentado a su lado y la
abrazaba.
- No puedo decirla si
su hijo está bien o no, señora Gingercloth. Este vídeo lo ha enviado un
habitante de la Piquera tras grabarlo con su móvil, y sí, el que disparaba al
monstruo es Taylor.
- ¿Y qué hacía mi hijo
ahí? – le gritó la mujer, quitándose las manos de su cara.
- Clark y él habían ido
a rescatar a Magdalena.
- Pero en el vídeo no
se ve ni a Clark ni a Magdalena – dijo la señora Lorenz.
- Benjamín, creo que es
el momento de que nos cuentes todo lo que sabes.
Las palabras de su
padre le hicieron coger aire y soltarlo fuerte. Estaba muy nervioso y
preocupado por su amigo. Había visto lo ocurrido en la violenta manifestación,
y poco después, el vídeo de su amigo hecho una piltrafa enfrentándose a una de
las criaturas de la Bruma. Por muy militar que fuera, se temía lo peor.
- Cuando llegaron él y
Clark me pidieron unos planos para acceder al CID. Nada raro, la referencia
catastral del edificio para entender un poco su esquema y varios planos del
alcantarillado. Su idea era ir y sacar de allí a Magdalena.
- Lo que no entiendo es
qué hacía allí esa la chica – le preguntó Marcos.
- No lo sé, pero
seguramente esté relacionado con los ataques terroristas y todo esto. Yo sólo
sé que se han puesto muy feas las cosas ahí fuera, y la Bruma…
- Así que es verdad –
interrumpió Amanda. – Los asesinatos que tienen lugar en la Bruma son cosa de
bestias. ¿Y si el Culto tiene razón? ¿Y si esos monstruos son los pecadores
revelando la oscura verdad de su alma?
- Por favor, ¿podemos
dejar eso para otro momento? Mi hijo estaba ahí, solo, con esa cosa delante…
El timbre sonó otra
vez. Los cuatro se miraron preocupados.
- Debería abrir yo –
dijo Marcos. – Quizá sean del Gobierno Central y vengan a recabar información
sobre los chicos. No sabemos realmente en qué están metidos.
El hombre se dirigió al
telefonillo y tras contener la respiración unos instantes, abrió. Las dos mujeres
y el muchacho se asomaron a la puerta cuando el señor Lorenz, blanco, les
indicó con la mano que se acercaran al ritmo que abría la entrada principal.
Tras recorrer el
pasillo en apenas unos segundos, Alyn abrazó muy fuerte a su hijo, sin
importarla lo sucio que estaba. Junto a él apareció otro hombre alto y delgado
con el pelo corto peinado hacia atrás y vestido de militar.
- ¡Mi hijo! ¡Estás
vivo! – dijo ella.
- Sí, sí. Entremos –
respondió.
Los dos muchachos
entraron en la casa y Marcos cerró la puerta. Tanto él como su hijo se
extrañaron de no ver a Clark entre los recién llegados.
- Os presento a Fabio
Salcedo. Él es militar, como yo. Me ayudó a salvar a los prisioneros de la
Academia Central, y estoy aquí gracias a él.
Salcedo asintió con la
cabeza, e instantes después Alyn también lo abrazó, poniéndolo rojo como un
tomate. Ante la panorámica feliz, Benjamín fue el culpable de romper el hielo.
- ¿Dónde está Clark? –
preguntó sin tapujos. - ¿Y Magdalena?
Taylor bajó la mirada
al suelo.
- Clark no lo ha
conseguido – respondió.
Menos Salcedo, que no lo
conocía, los demás se lamentaron por ello. Podrían tenerlo en mayor o en menor estima,
pero era de allí, del barrio.
- Cuéntanos, chico,
¿qué ha pasado? – preguntó el señor Lorenz.
- No sé si Benjamín os
ha adelantado algo, pero básicamente el Gobierno Central silencia a todos
aquellos que ven algo que no deberían ver. Mientras Salcedo y yo liberábamos a
los estudiantes, un comité militar actuando en nombre de nuestros líderes mató
a todos los supervivientes del metro en el que iba Magdalena. A todos menos a
ella.
- Lo que vieron es algo
que las fuerzas de seguridad ya conocemos, pero que no quieren que conozcan los
ciudadanos para que no cunda el pánico. Desde que surgió la Bruma, se han
avistado apariciones de criaturas subterráneas bajo Cadmillon y en los
alrededores, poderosos depredadores que no se parecen en nada a la fauna
conocida. Cada vez que se produce, nosotros somos los enviados a contenerlas –
añadió Fabio.
- Entonces los rumores
son ciertos.
- Sí, señora Lorenz,
pero pocas veces llegan a la superficie y cuando lo hacen generalmente son
individuos solitarios. Más rara es la presencia de otros monstruos, esos que el
Culto relaciona con los pecadores – continuó Taylor. – Nosotros no tenemos ni
idea de lo que son, pero por alguna razón, el Gobierno Central quería a
Magdalena para investigarla, por eso la permitieron sobrevivir y la internaron
en el CID. Clark y yo aprovechamos los disturbios para colarnos, ya que no
podíamos usar el alcantarillado tal y como estaba previsto. Buscamos por el
edificio hasta que la encontramos en uno de los laboratorios subterráneos.
- ¿Y qué estaban
haciendo con ella?
- No lo sé. Cuando
llegamos, un tal Walter Winterlich estaba intentando huir con ella de un ser que
los perseguía, una aberración con rasgos humanos. Clark y yo le dimos caza y
conseguimos rescatar a Magdalena, pero Winterlich, antes de huir, lo hirió.
Nada realmente grave, sólo nos retrasó un poco, pero paso a paso conseguimos
abandonar los túneles sin que nos atacaran esas cosas.
- ¿Había bichos de esos
por ahí? – preguntó Benjamín, curioso.
Taylor asintió. No los
había visto, pero los había notado.
- El problema vino
cuando nos creímos a salvo. Surgió la Bruma, y… – el chico se detuvo porque
estaba a punto de llorar.
Su madre lo apretó
ambas manos con fuerza, cogiéndoselas entre las suyas.
- Ella lo hizo. Ella
mató a Clark – logró decir liberando un puñado de lágrimas.
La familia Lorenz y
Gingercloth emitieron diversos sonidos de sorpresa.
- Magdalena se
transformó en una criatura y mató a Clark y a mucha gente inocente, incluidos
niños pequeños. Intentó advertirnos para que nos fuéramos, pero cuando me di
cuenta era demasiado tarde. Hice lo que pude, lo juro…
- No te preocupes, mi
niño, no es culpa tuya – le dijo su madre agarrándolo.
- Poco después me
encontré a Taylor intentando huir. Acabábamos de llegar y de poner en fuga a
esa cosa, que se lanzó a las alcantarillas, así que decidí seguirlo. Este
chaval me abrió los ojos a mí también, el Gobierno Central apesta y el ejército
apesta con él. Mi obligación habría sido matarlo, ¡pero joder! ¡Tiene un par de
pelotas! Cuando llegamos estaba allí, él solo, plantando cara a esa puta
bestia.
- Pero antes de que
dispararais… la miré unos segundos y me pareció ver a Magdalena dentro de esa criatura.
Pudo haberme matado entonces, pero no lo hizo.
- ¿Y qué pensáis hacer
ahora? – dijo Marcos. – Por lo que entiendo, los dos habéis abandonado el ejército.
- Además hay algo que
deberías ver – le dijo Benjamín.
El chico regordete le
enseñó el vídeo en el que aparecía él enfrentándose al monstruo. Taylor se
quedó pálido.
- ¿De dónde sale eso? –
preguntó.
- Lo grabó con el móvil
alguno de los ciudadanos que estaban allí – respondió su amigo.
- Si ese vídeo está
rondando por ahí, tenemos que pirarnos de Cadmillon ya, macho. Tú porque te
reconocerán los de la inteligencia en cuanto lo analicen un poco, y yo por
haberte acompañado – dijo Salcedo.
- Pero si saben que
habéis venido aquí, ¡nosotros también estamos en peligro! – acertó Amanda.
Marcos asintió y agarró
a su esposa.
- No culpes a estos
pobres chicos. Han hecho lo correcto. La culpa la tienen tanto este gobierno
como lo que cojones sean esas cosas – dijo.
- ¿Y Magdalena? ¿Qué
ocurre con ella? – preguntó Alyn.
- Si sólo se transforma
en esa bestia durante la Bruma, creo que sé dónde puede estar. A casa no habrá
ido ya que a su padre se lo han llevado, así que solo existe un lugar –
respondió Taylor.
- ¿Y qué lugar es ese?
– preguntó Benjamín.
- Nuestro lugar
secreto, donde los tres nos reuníamos de pequeños para jugar, ¿te acuerdas?
El chaval asintió.
- Entonces, ¿qué vamos
a hacer? Yo no quiero que nos maten a todos.
- No te preocupes,
señora Lorenz – respondió Taylor intentando tranquilizarla. – El hermano de
Fabio es taxista, él nos ha traído hasta aquí. Vosotros tres y mi madre iréis a
Manrilem ya mismo, coged únicamente lo necesario porque os espera abajo. Allí
estaréis a salvo y lejos de esta puta ciudad estado.
Alyn se sonrojó al
escuchar mencionar aquel lugar. Sabía perfectamente por qué su hijo les iba a
mandar allí.
- ¿Manrilem? – preguntó
nuevamente Amanda.
- Allí viven los padres
de mi marido – respondió la señora Gingercloth. Taylor sonrió y asintió. –
Ellos nos darán asilo.
- ¿Y vosotros dos que
vais a hacer? Se os ve hechos mierda y destrozados – preguntó Benjamín.
Salcedo sonrió y sacó
pecho mientras Longshallow alzaba la cabeza para mirar fijamente a su amigo.
- Nosotros vamos a
buscar a Magdalena.
Para cuándo el primer capítulo de la segunda parte?
ResponderEliminarYa te vale dejarnos así.
Bueno, que sepas que esperaremos noticias de Magdalena y cia.
¡Pues en dos semanitas! Aunque la división sea esta (y este corte es el que he usado para certámenes que no requieran novela inédita...que son pocos, aunque sea por tenerlo en internet), la historia sigue. ¡Y mucho!
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