Relato para certamen - Entre puros y libros


 

Entre puros y libros

 

Desde la primera clase había sido capaz de percibir que aquel señor era, cuanto menos, peculiar. Se rumoreaba que estaba a punto de jubilarse (lo cual me daba una envidia inimaginable), y entre clases, subía a su despacho a fumar puros mientras ojeaba manuscritos mucho más antiguos que él.

“Viejos son los trapos que se rompen”, dijo un día en clase. Él era alto y muy delgado, siempre vestía con camisa de cuadros y pantalón vaquero; y en ocasiones, se recortaba aún más el poco pelo blanco que rodeaba a su brillante coronilla.

Cuando daba clase, se exaltaba, gritaba, recreaba las batallitas que encerraban los libros en su cabeza mientras soldaditos de plomo perecían sobre tapetes de neopreno. Los jóvenes, muchas veces, se burlaban; es lo que suelen hacer y no puedo culparlos, ¡pero ya me gustaría verlos si llegaban a su edad!

Aquel primer curso de historia, Antonio fue un profesor terrible. El elenco parecía vivificar al Panteón griego, entre Hera la de arqueología, Hermes al borde de la filosofía, y un Zeus feminizado que nos cercenaba a todos durante las lecciones de paleografía; pero Antonio, cual Ares vigoroso, nos sentenció a la mayoría a una guerra historiográfica entre enero y septiembre. ¡Menudos meses de verano! Yo viendo el sol filtrarse a través de la ventana y él seguramente encerrado en un desván junto a su mecedora, tan antigua como él, entre puros y libros mientras se derretía el hielo de su whisky “on the rocks” como buen historiador que era.

¡Pobre de mí! Segundo fue todavía peor. Por muy hoplita que fuera en el gimnasio, de nada sirvió cuando su contemporánea historia fusiló mis notas. ¡Otro verano más sin despegarme del tal Antonio! Lo peor fue cuando se confirmó que tras ese año iba a jubilarse. Era ahora o nunca, un suspenso aquí y estaría condenado a tener que aguantar al siguiente de los historiadores locos que quisiera poner en práctica su método con toda nuestra gama de conejillos de indias. Si es que ya me lo había avisado Mario, que cuando acabas esta carrera, dejas de estar bien del ala (si es que alguna vez lo habías estado). ¿Eso me esperaba a mí?

Una tutoría antes del examen, actualizar mi equipo, y a la batalla. Nunca olvidaré cómo me lo encontré cuando subí a hablar con él para regatear la décima que me faltaba para aprobar. “¿Para eso has venido? Venga, te subo dos pero cuéntame algo, que tengo una reunión en una hora y no tengo nada que hacer.” Menudo personaje tan peculiar.

Poco me extrañó que, un año después, cuando lo entrevistaron en Televisión Española ( La 1, la de toda la vida, la marca blanca de los teletextos) y le pidieron que nos diera un consejo a todos sus alumnos, nos indicó que “lo hiciéramos mucho”, ¡tal y como él hacía en cada examen!

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